LOCURAS CLIMÁTICAS / 5

Contaminacion: ¡Sorpresa! Se está mejor en los países desarrollados

Si hay un argumento que parece indiscutible hoy en día es que el mundo está cada vez más contaminado y la causa de esta contaminación son los países desarrollados. Pero es otro engaño más, porque la realidad dice exactamente lo contrario: en los países industrializados ha habido una drástica reducción de la contaminación gracias a la investigación, el desarrollo y la comercialización de tecnologías innovadoras y menos contaminantes. Es más bien el subdesarrollo el que representa un problema para el medio ambiente.

Creation 17_10_2019 Italiano

Si hay un argumento que parece indiscutible hoy en día es que el mundo está cada vez más contaminado y la causa de esta contaminación son los países desarrollados, con sus industrias y su correspondiente consumo de combustibles fósiles, y también con su agricultura. Los países pobres son obviamente las víctimas, tanto porque se saquean sus recursos como porque pagan las consecuencias de la contaminación. De aquí parten también todas las políticas globales, invocadas y aplicadas parcialmente, que prevén la "compensación" de los países ricos a los países pobres, con el correspondiente flujo de dinero.

Sin embargo, la cuestión de la contaminación es completamente diferente. Nos referimos particularmente a la contaminación atmosférica, que es la que más citan las voces de alarma, pero el discurso en realidad podría ser general.  De hecho, el verdadero problema de la contaminación no es el desarrollo, sino el subdesarrollo. El malentendido no fue creado por casualidad, y una contribución importante a esta manipulación de la verdad la realizó sin duda la masiva propaganda antiCO2, condenada como contaminante cuando no lo es, y de la cual hablamos en el último artículo.

Examinemos, por tanto, la cuestión de la contaminación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha explicado brevemente la situación, y en el estudio más completo sobre la contaminación atmosférica jamás realizado, cuyos resultados se publicaron en 2018, se afirma que más del 90% de las muertes relacionadas con la contaminación atmosférica ocurren en países en vías de desarrollo, especialmente en África y Asia. La encuesta se basa en datos recogidos en 4.300 ciudades de 108 países y explica cómo la mayor parte de la contaminación en los países de bajos ingresos se produce dentro de los hogares.

De hecho, 3.000 millones de personas utilizan madera, carbón o estiércol para cocinar y calentar, liberando gases altamente contaminantes. Además, existe un vínculo entre este tipo de contaminación y la deforestación, que también se debe en gran medida a la práctica de la agricultura primitiva y a la pobreza. Habrá quien recuerde la grave crisis del sudeste asiático en 1997-1998, cuando los grandes bosques de Borneo ardieron durante varias semanas: diez millones de hectáreas de tierra fueron envueltas en llamas, especialmente en Indonesia, y una gran nube durante meses cubrió varios países, desde el sudeste asiático hasta China. Los incendios se desencadenaron como consecuencia de la grave crisis financiera en la región, que dejó a millones de personas sin trabajo, en su mayoría inmigrantes que, al regresar a sus aldeas, necesitaban leña para cocinar y tierras para cultivar.

Por el contrario, en los países desarrollados la contaminación del aire, a pesar de la propaganda en sentido contrario, está disminuyendo constantemente. Y ciertamente no desde que los alcaldes ilustrados se inventaron las zonas de tráfico restringido.... El proceso comenzó mucho antes, de hecho es un proceso que naturalmente acompaña al desarrollo. Cuando la principal preocupación de la gente es preparar algo de comida diaria, no hay tiempo ni recursos para preocuparse por nada más. Sin embargo, cuando se satisfacen las necesidades básicas, entonces las personas comienzan a analizar también sus condiciones de vida; cuando el bienestar aumenta, los recursos comienzan a estar disponibles para mejorar la higiene, la salud y las condiciones ambientales.

Se trata de una observación elemental, pero los datos la confirman: ya en 2002, el informe medioambiental de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), denominado Perspectivas Medioambientales de la OCDE, afirmaba que, en su conjunto, la contaminación atmosférica en los países industrializados había disminuido en un 70% en cuarenta años, y que las previsiones apuntaban a una nueva disminución significativa en los próximos veinte años. Esta previsión también se ve confirmada por la realidad: bastaría con consultar los informes anuales de los diferentes organismos de protección del medio ambiente para tener la confirmación de una disminución continua de la contaminación atmosférica a lo largo de los años.

Sin embargo, esto no debería sorprender: la contaminación en las ciudades se debe principalmente a los sistemas de calefacción y al tráfico de automóviles (especialmente el tráfico pesado). En estas décadas, los antiguos sistemas de calefacción de queroseno han sido sustituidos casi completamente por sistemas menos contaminantes: en 2016, la universidad del Politécnico de Milán estimó que en esta ciudad los 3.500 sistemas diesel aún en funcionamiento (que suponen apenas un 2% de todos los sistemas de calefacción) contaminaban diez veces más que el resto de los sistemas de gas. Y también las emisiones contaminantes de los coches han disminuido drásticamente: basta pensar que un coche de tamaño medio construido en los años setenta del siglo XX, contaminaba lo mismo que un centenar de coches del mismo tipo construidos hoy en día.

Todo esto ha sido y es posible porque el desarrollo permite generar esa riqueza que, por un lado, permite investigar, desarrollar y comercializar tecnologías menos contaminantes y, por otro, permite a los ciudadanos comprarlas.

Algunos podrían argumentar que todo esto es sólo una reparación parcial por la contaminación global causada por la revolución industrial, con su uso de combustibles fósiles. Que sería como afirmar que, en lo que respecta a la contaminación, se estaba mejor en el siglo XVIII. Pero tampoco eso es correcto. Son muchos los testimonios de la época que nos dicen exactamente lo contrario y bastaría con leer un poema significativo de Giuseppe Parini, escrito en 1759, La salubrità dell’aria (La salud del aire). Hay una descripción realista del aire nauseabundo que se respira en Milán que convierte a la ciudad actual en una estación de montaña.

Pero tampoco esto debería sorprendernos: donde no hay sistemas de alcantarillado, no se entierran animales muertos, donde el sistema de transporte común son los caballos (para que conste, un caballo adulto produce unos 15 kg de excrementos al día y 20 litros de orina), podemos entender bien que la situación de contaminación puede llegar a ser dramática. Pero esta es también la condición general de los países actualmente subdesarrollados.

Por lo tanto, si realmente queremos reducir la contaminación, no debemos detener el desarrollo, como exigiría la ecología dominante de hoy en día, y como se pretende con las políticas climáticas. Por el contrario, es precisamente el desarrollo lo que hay que fomentar y acelerar: sacar a la gente de la pobreza y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones medioambientales gracias a la posibilidad de utilizar tecnologías nuevas y menos contaminantes.

5. Continuará